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Tren Maya: ¿Un proyecto de infraestructura o de destrucción?

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Para atender el rezago social de Chiapas, junto con otros estados del Sur-sureste como Veracruz, Oaxaca y Guerrero, donde se presenta los índices más altos de analfabetismo, índices de mortalidad, baja disponibilidad para el acceso a la salud y acceso a servicios básicos, el gobierno federal impulsa el proyecto de infraestructura más notable del sexenio: el Tren Maya. ¿Pero qué tan sostenible ecológicamente es en realidad para la región?

La información oficial enumera líneas de trabajo como la conservación y recuperación de ecosistemas, pero no provee planes de acción específicos concebidos de manera sistémica. Ya en la manifestación de impacto ambiental (MIA) de la Fase 1, dos centros de investigaciones de la UNAM realizaron una revisión profunda de ésta y remarcaron que el proyecto no tiene condiciones para desarrollarse porque los daños sobrepasan los potenciales beneficios.

El Tren Maya tiene un mar de posibilidades para potenciar riqueza y bienestar. No obstante, es imperativo evaluar de forma rigurosa los posibles impactos más allá de los trenes, los tramos del tren y del desarrollo urbano que acompaña las estaciones. Será importante incluir en la toma de decisión, aquellas comunidades y personas a las cuales quiere “llevarse desarrollo”.

Deforestación por el tren, pero también por la agricultura

Reflexionemos en un caso: el sector agrícola. De acuerdo con el Programa Agroalimentario del Tren Maya, para el año 2023 se prevé que el Tren concentre seis de cada 10 toneladas de carga agroalimentaria, lo que permitiría una reducción de costos logísticos y de transporte para el sector agropecuario en la región, esencial para estos estados y para la población rural.

Hoy el 90% de la mercancía se mueve por camiones. De acuerdo con Fonatur, el Tren Maya permitirá el incremento de las exportaciones agrícolas de la región en un 4%. Sin embargo, amplios diagnósticos indican que las actividades agropecuarias son los principales motores de deforestación en la región, junto con otros factores específicos como la urbanización en zonas turísticas y ciudades.

La agricultura y la ganadería tanto de subsistencia como comercial son ya la principal causa del cambio de uso de suelo. Sitios como Hopelchén son puntos críticos de deforestación en el país. Todo esto ocurre en la Selva Maya, el bosque tropical más extenso del continente americano después del Amazonas.   

Igualmente, el campo es el fiel reflejo de las grandes desigualdades en México. Bien vale la pena pensar en estrategias para integrar a pequeños productores, ejidos y comunidades en este “tren de desarrollo”. No sólo como proveedores de su fuerza de trabajo o de sus productos, sino como tomadores de decisión y empresarios, dueños de las actividades productivas en sus territorios.

Incrementar la competitividad y generar detonantes de desarrollo es imprescindible, pero no sin integrar compromisos con productores y empresas para frenar la deforestación, incluir prácticas sostenibles de producción, e incorporar innovaciones tecnológicas para la trazabilidad de productos.

Éstas no son sólo algunas de las opciones para un desarrollo realmente sostenible e inclusivo, sino que se están convirtiendo en requerimientos de los mercados y las prácticas internacionales. Es tiempo de dejar atrás el dualismo “desarrollo económico versus patrimonio cultural o medio ambiente”. 

Es evidente que los esfuerzos para mantener la integridad ecológica sin esfuerzos que le acompañen para superar la pobreza y generar oportunidades económicas serán en vano.

¿Quién cuida una selva si no tiene que comer? Lo mismo opera a la inversa, ¿cómo producir alimentos y tener agua limpia si no hay selvas?

Una visión de desarrollo antagónica a la conservación ambiental es reduccionista y deja de lado los esfuerzos analíticos, técnicos, científicos y de financiamiento que están sucediendo hoy en el mundo, y de los cuales México puede beneficiarse. Demos paso del pensamiento lineal a un pensamiento sistémico e integral. Es más difícil, pero el esfuerzo bien vale la pena.