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En cuarentena, niños cambian actividades recreativas por pantallas

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Antes de la cuarentena por la pandemia de Covid-19, Sebastián era un tornado. A sus siete años de edad, todas las semanas iba a nadar, al karate, a jugar con sus amigos de la escuela y a correr en el parque con su abuelo, pero desde hace casi tres meses tuvo que cambiar casi por completo su mundo de movimiento por la pantalla de un celular.


“Jugaba muchísimo con mis compañeros y ahora hago ejercicio una vez a la semana. Quiero andar con mis amiguitos corriendo y jugando a las trais, pero sólo los veo en videollamada, como te estoy viendo a ti. Si no existieran los celulares, sería muchísimo más difícil”, dice el pequeño.
Aunque tiene la posibilidad de jugar en línea con sus amigos, entretenerse con juegos de mesa y bailar con sus papás, admite que extraña mucho a sus compañeros de la escuela. “Prefiero jugar con ellos en persona, y cuando podamos salir, les voy a dar un abrazo fuerte”, se promete a sí mismo.
Zaira, su mamá, se las ha ingeniado como ha podido para que su hijo canalice toda la energía que antes podía derrochar en espacios abiertos. El hecho de que en su edificio haya muerto un vecino por Covid lo hizo restringir aun más sus pasos fuera de casa.


“Ha sido difícil, porque él tenía mucho movimiento físico. Dos o tres veces a la semana tenía alguna actividad y en el recreo era como un chivo loco: corre y corre. A veces ponemos música y bailamos o jugamos a las escondidillas, pero ¿cuánto podemos correr en 75 metros cuadrados, chocando contra los muebles?”, dice.
Para Sebastián y para millones de niños y niñas más, la cuarentena ha significado parar casi totalmente lo que resulta vital para su desarrollo no sólo físico, sino también mental y emocional: la posibilidad de correr, jugar, moverse y socializar. Si el encierro es difícil para un adulto, para un pequeño lo es todavía más.
“Jugando, entendemos el mundo”
De acuerdo con el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la pandemia de coronavirus ha implicado que unos mil 600 millones de infantes de todo el mundo (casi 40 de ellos en México) hayan tenido que recluirse por seguridad, lo cual tiene efectos diversos sobre su desarrollo físico, cognitivo y emocional, entre ellos el aumento de la ansiedad.
El experto en sicología infantil Álvaro Pallamares explica en entrevista con La Jornada que durante sus primeros años de vida, “los niños tienen un desarrollo exponencial de complejidad mental. En el cerebro de un niño de un año, ocurren unas 700 sinapsis nuevas por segundo, y esto está mediado por el movimiento y la interacción con el otro”.

AGENCIAS/EL EDÉN MX