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La soledad y la nostalgia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

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AGENCIAS

El recuerdo más reciente es el de una Feria Internacional del Libro de Guadalajara colmada de lectores y autores es el recuerdo de una FIL con saludos y abrazos, con largas filas para entrar a la Expo de Mariano Otero y Avenida de la Rosas, de multitudes recorriendo los pasillos, deteniéndose en los stands de las editoriales o en los restaurantes del interior de ese edificio multifuncional en donde durante tantos años ha sido posible escuchar las palabras de los más grandes escritores de nuestro tiempo, de atestiguar encendidos debates y reflexiones profundas sobre los grandes problemas o sucesos de esta época de vertiginosos cambios.

La FIL de Guadalajara ha sido también, entre otras muchas cosas, el punto de encuentro y de partida hacia otros lugares donde, al finalizar las actividades, aguardan la conversación, las risas, los desvelos en restaurantes, bares, salones de baile, casas de amigos radicados en esa ciudad donde la Feria transcurre en un clima cálido en todos los sentidos. Por eso, resulta inevitable sentir nostalgia ante su suspensión física. Los lectores y autores no podrán acudir presencialmente a su cita anual, aunque les queda el consuelo de su realización virtual, donde la conversación es posible, pero no es igual.