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Brasil colapsa por hospitalizaciones, Bolsonaro dice ‘no’

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AGENCIAS

Los hospitales de Brasil están colapsando a medida que una variante del coronavirus altamente contagiosa se extiende por el país, el presidente insiste en tratamientos no probados y el único intento de crear un plan nacional para contener el COVID-19 se ha quedado corto.

Durante la última semana, gobernadores brasileños trataron de hacer algo, pues el presidente, Jair Bolsonaro, rechaza obstinadamente: armar una propuesta para que los estados ayuden a frenar el brote más letal del virus hasta la fecha en el país. Se esperaba que el esfuerzo incluyera un toque de queda, la prohibición de eventos multitudinarios y límites a las horas en las que pueden funcionar los servicios no esenciales.

El producto final, presentado el miércoles, fue un documento de una página que incluía un apoyo general a la restricción de la actividad pero sin medida específica alguna. Seis gobernadores, todavía temerosos de enfrentarse a Bolsonaro, se negaron a firmarlo.

El del estado de Piauí, Wellington Dias, dijo a The Associated Press que, a menos que se alivie la presión sobre los hospitales, cada vez más pacientes tendrán que pasar la enfermedad sin una cama en un hospital ni la esperanza de recibir tratamiento en una unidad de cuidados intensivos.

Hemos llegado al límite en todo Brasil; raras son las excepciones”, afirmó Dias, que dirige el foro de gobernadores.

La posibilidad de morir sin ayuda es real”.

Esos decesos ya han comenzado. En la región más rica de Brasil, Sao Paulo, al menos 30 pacientes murieron este mes esperando una plaza en la UCI, según un conteo publicado el miércoles por la web de noticias G1. En Santa Catarina, en el sur del país, 419 personas esperan ser trasladadas a una cama en una unidad de cuidados intensivos, y en el vecino Río Grande do Sul, las UCIs están al 106% de su capacidad.

El país, agregó, necesita ‘medidas más rígidas’ de las autoridades locales.

A pesar de las objeciones del presidente, el Supremo Tribunal Federal de Brasil confirmó la jurisdicción de las ciudades y los estados para imponer restricciones a la actividad. Aún así, Bolsonaro ha condenado constantemente sus movimientos, alegando que la economía necesita seguir activa y que el aislamiento causaría depresión. Las medidas se relajaron al final de 2020, cuando las infecciones y decesos por COVID-19 descendieron, se inició la campaña para las elecciones municipales y los brasileños que regresaron a casa estaban cansados de la cuarentena.

El último repunte está impulsado por la variante P1, que según dijo el ministro de Salud del país el mes pasado, es tres veces más transmisible que la original. Se hizo dominante primero en la ciudad amazónica de Manaos, y en enero obligó a trasladar por aire a cientos de pacientes a otras regiones.

El fracaso de Brasil a la hora de contener el virus desde entonces se ve cada vez más como una preocupación no solo por sus vecinos latinoamericanos, sino también como una advertencia para el mundo, señaló el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa el 5 de marzo.